lunes, 9 de noviembre de 2020

MARCOS 7

Marcos 7 Nueva Traducción Viviente Jesús enseña acerca de la pureza interior 7 Cierto día, algunos fariseos y maestros de la ley religiosa llegaron desde Jerusalén para ver a Jesús. 2 Notaron que algunos de sus discípulos no seguían el ritual judío de lavarse las manos antes de comer. 3 (Los judíos, sobre todo los fariseos, no comen si antes no han derramado agua sobre el hueco de sus manos,[a] como exigen sus tradiciones antiguas. 4 Tampoco comen nada del mercado sin antes sumergir sus manos en[b] agua. Esa es solo una de las tantas tradiciones a las que se han aferrado, tal como el lavado ceremonial de vasos, jarras y vasijas de metal[c]). 5 Entonces los fariseos y maestros de la ley religiosa le preguntaron: —¿Por qué tus discípulos no siguen nuestra antigua tradición? Ellos comen sin antes realizar la ceremonia de lavarse las manos. 6 Jesús contestó: —¡Hipócritas! Isaías tenía razón cuando profetizó acerca de ustedes, porque escribió: “Este pueblo me honra con sus labios, pero su corazón está lejos de mí. 7 Su adoración es una farsa porque enseñan ideas humanas como si fueran mandatos de Dios”[d]. 8 Pues ustedes pasan por alto la ley de Dios y la reemplazan con su propia tradición. 9 Entonces dijo: —Ustedes esquivan hábilmente la ley de Dios para aferrarse a su propia tradición. 10 Por ejemplo, Moisés les dio la siguiente ley de Dios: “Honra a tu padre y a tu madre”[e] y “Cualquiera que hable irrespetuosamente de su padre o de su madre tendrá que morir”[f]. 11 Sin embargo, ustedes dicen que está bien que uno le diga a sus padres: “Lo siento, no puedo ayudarlos porque he jurado darle a Dios lo que les hubiera dado a ustedes”[g]. 12 De esta manera, ustedes permiten que la gente desatienda a sus padres necesitados. 13 Y entonces anulan la palabra de Dios para transmitir su propia tradición. Y este es solo un ejemplo entre muchos otros. 14 Luego Jesús llamó a la multitud para que se acercara y oyera. «Escuchen, todos ustedes, y traten de entender. 15 Lo que entra en el cuerpo no es lo que los contamina; ustedes se contaminan por lo que sale de su corazón[h]». 17 Luego Jesús entró en una casa para alejarse de la multitud, y sus discípulos le preguntaron qué quiso decir con la parábola que acababa de emplear. 18 «¿Ustedes tampoco entienden? —preguntó—. ¿No se dan cuenta de que la comida que introducen en su cuerpo no puede contaminarlos? 19 La comida no entra en su corazón, solo pasa a través del estómago y luego termina en la cloaca». (Al decir eso, declaró que toda clase de comida es aceptable a los ojos de Dios). 20 Y entonces agregó: «Es lo que sale de su interior lo que los contamina. 21 Pues de adentro, del corazón de la persona, salen los malos pensamientos, la inmoralidad sexual, el robo, el asesinato, 22 el adulterio, la avaricia, la perversidad, el engaño, los deseos sensuales, la envidia, la calumnia, el orgullo y la necedad. 23 Todas esas vilezas provienen de adentro; esas son las que los contaminan». La fe de una mujer gentil 24 Luego Jesús salió de Galilea y se dirigió al norte, a la región de Tiro.[i] No quería que nadie supiera en qué casa se hospedaba, pero no pudo ocultarlo. 25 Enseguida una mujer que había oído de él se acercó y cayó a sus pies. Su hijita estaba poseída por un espíritu maligno,[j] 26 y ella le suplicó que expulsara al demonio de su hija. Como la mujer era una gentil,[k] nacida en la región de Fenicia que está en Siria, 27 Jesús le dijo: —Primero debo alimentar a los hijos, a mi propia familia, los judíos.[l] No está bien tomar la comida de los hijos y arrojársela a los perros. 28 —Es verdad, Señor —respondió ella—, pero hasta a los perros que están debajo de la mesa se les permite comer las sobras del plato de los hijos. 29 —¡Buena respuesta! —le dijo Jesús—. Ahora vete a tu casa, porque el demonio ha salido de tu hija. 30 Cuando ella llegó a su casa, encontró a su hijita tranquila recostada en la cama, y el demonio se había ido. Jesús sana a un sordo 31 Jesús salió de Tiro y subió hasta Sidón antes de regresar al mar de Galilea y a la región de las Diez Ciudades.[m] 32 Le trajeron a un hombre sordo con un defecto del habla, y la gente le suplicó a Jesús que pusiera sus manos sobre el hombre para sanarlo. 33 Jesús lo llevó aparte de la multitud para poder estar a solas con él. Metió sus dedos en los oídos del hombre. Después escupió sobre sus propios dedos y tocó la lengua del hombre. 34 Mirando al cielo, suspiró y dijo: «Efatá», que significa «¡Ábranse!». 35 Al instante el hombre pudo oír perfectamente bien y se le desató la lengua, de modo que hablaba con total claridad. 36 Jesús le dijo a la multitud que no lo contaran a nadie, pero cuanto más les pedía que no lo hicieran, tanto más hacían correr la voz. 37 Quedaron completamente asombrados y decían una y otra vez: «Todo lo que él hace es maravilloso. Hasta hace oír a los sordos y da la capacidad de hablar al que no puede hacerlo».

No hay comentarios:

Publicar un comentario