Un error de cálculo podría llevar a una guerra con Corea del Norte
Donald Trump ha creado una peligrosa confusión sobre la política estadounidense en relación con Piongyang
Por Gideon Rachman, Financial Times
Las grandes guerras del siglo XX fueron a menudo precedidas por un catastrófico error de juicio. Los alemanes no previeron que Gran Bretaña pelearía por Bélgica en 1914. Josef Stalin no anticipó la invasión de Rusia por parte de Adolf Hitler. Japón y EEUU repetidamente malinterpretaron los motivos y las reacciones mutuas durante el período previo al ataque de Pearl Harbor. En 1950, EEUU no anticipó que China entraría en la guerra de Corea.
Una amenaza similar — que el error de cálculo pudiera conducir a la guerra — se cierne actualmente sobre la península coreana. Los dos líderes claves, Kim Jong Un de Corea del Norte y Donald Trump de EEUU, son impredecibles. Los peligros de que ellos juzguen erróneamente las acciones mutuas, con consecuencias catastróficas, son reales.
Corea del Norte es una sociedad tan cerrada que incluso los especialistas académicos experimentan dificultades interpretando su comportamiento. La opinión general es que la persecución de armasnucleares avanzadas por parte de Kim está motivada por una búsqueda de seguridad. El líder norcoreano ha visto lo que les ocurrió a otros dictadores que no lograron adquirir estas armas —Saddam Hussein de Irak y Muamar al Gadafi de Libia— y ha llegado a la conclusión de que sólo las armas nucleares pueden garantizar su supervivencia.
Esta opinión es relativamente tranquilizadora debido a que implica que es improbable que el Kim utilice armas nucleares primero. Pero existen aspectos del comportamiento del líder norcoreano que pueden no encajar en este panorama relativamente reconfortante. Si la disuasión es su única preocupación, ¿por qué está Kim haciendo aparentemente lo imposible por provocar a EEUU, a Japón e incluso a China?
Esta semana, Corea del Norte realizó la mayor prueba nuclear de su historia. La semana pasada lanzó un misil balístico que pasó sobre Japón. Es probable que estas acciones sean parte de los pasos necesarios en el camino hacia el logro de la última forma de disuasión: un misil nuclear que pudiera alcanzar a EEUU. Pero la rápida sucesión de provocaciones nucleares también hace mucho más probable que los estadounidenses concluyan que Kim es realmente un ente irracional, el proverbial "loco con armas nucleares". Eso, a su vez, hace que sea más fácil argumentar el caso dentro de la Casa Blanca para conducir un ataque preventivo.
El riesgo de que Kim esté juzgando equivocadamente, al potencialmente provocar un ataque estadounidense, aumenta debido a la imprevisibilidad de Trump. El presidente de EEUU ha prometido que a Corea del Norte no se le permitirá desarrollar armas nucleares que puedan amenazar a su país. Trump también ha indicado repetidamente que está preparado para organizar un ataque militar preventivo, en un punto amenazando a Kim con "fuego y furia".
Sin embargo, los esfuerzos del presidente estadounidense por usar una política arriesgada para forzar a Corea del Norte a retroceder están siendo socavados por las dudas sobre la credibilidad de sus amenazas. Steve Bannon, el ex jefe de estrategia del presidente, ha declarado que EEUU no puede atacar a Corea del Norte debido al riesgo de generar represalias masivas contra Corea del Sur que pudieran resultar en la muerte de millones de personas.
La reacción de Trump ante la última y más poderosa prueba nuclear de Corea del Norte ha aumentado la peligrosa confusión acerca de la política estadounidense. En lugar de enfatizar la unidad estadounidense con Corea del Sur, el presidente optó por criticar a Seúl por su "apaciguamiento" respecto a Piongyang. Esto, combinado con la noticia de que Trump está activamente considerando desechar el Tratado de Libre Comercio entre EEUU y Corea del Sur, incrementa el riesgo de alentar a Corea del Norte a creer que sus provocaciones nucleares están funcionando, rompiendo la alianza entre Seúl y Washington.
El presidente también ha dañado la credibilidad estadounidense, en un momento crucial, al tuitear que EEUU está considerando "detener todo comercio con cualquier país que haga negocios con Corea del Norte". Si se lee literalmente, esto implicaría terminar el comercio entre EEUU y China, las dos economías más grandes del mundo; una acción que lanzaría a la economía global hacia un total caos. La amenaza de Trump enfatiza su ingenuidad sobre el comercio y sobre las relaciones internacionales. También indica que el presidente sigue siendo presa de unos instintos contrapuestos, con su instintivo proteccionismo potencialmente anulando su deseo de combatir la amenaza nuclear norcoreana.
Las confusas señales provenientes de la Casa Blanca incrementan los peligros de un error de juicio, no sólo en Pyongyang, sino en Seúl, en Beijing y en Tokio. Ante la creciente amenaza de Corea del Norte, la reacción normal de Corea del Sur sería actuar en concierto con su protector estadounidense. Pero si el gobierno de Moon Jae-in concluye que el mayor peligro no es que Corea del Norte ataque, sino que Trump ponga en marcha un ataque preventivo, entonces los incentivos de Corea del Sur cambian. En ese momento, lo racional pudiera ser romper públicamente con Washington.
El gobierno chino enfrenta un conjunto de cálculos igualmente complejos. Trump ha repetidamente intentado persuadir a Beijing de que ejerza más presión económica sobre Corea del Norte, amenazando con que EEUU emprenderá acciones militares unilaterales si China no logra forzar a Kim a entrar en razón.
China ha buscado aplacar a Trump endureciendo las sanciones contra Piongyang. Pero los chinos también tienen que considerar cómo podría reaccionar Kim si se le arrincona en una posición sin salida. El riesgo de que el líder norcoreano utilice armas nucleares primero seguramente aumentará si él se enfrenta a la perspectiva del colapso de su propio régimen y de una muerte segura.
Estos riesgos serían difíciles de manejar incluso con líderes racionales y experimentados en el poder. Pero los principales responsables de la toma de decisiones son un hombre de negocios de 71 años de edad, de temperamento volcánico y carente de experiencia relevante, y un dictador de 33 años, rodeado de asustados aduladores
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